El 29 de diciembre de 1711, Felipe V siguiendo el consejo de su confesor, el influyente jesuíta Pierre Robmet, aprobó la creación de la Real Biblioteca Pública siguiendo el modelo de la Bibliotheque du Roi abierta en París. Robinet soñaba con instaurar de aquella forma la piedra angular de un nuevo y poderoso imperio de las Letras y las Ciencias, más allá de las conquistas, los cañones y las contiendas.
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