La tuberculosis constituye un problema de salud pública global. A pesar de los avances en el diagnóstico, la prevención y el tratamiento, origina millones de muertes al a?o en todo el mundo. Conocida como ?la gran simuladora?, la tuberculosis mimetiza una gran cantidad de padecimientos y en su variante peritoneal puede comportarse clínicamente como otra enfermedad abdominal1, 2, 3, 4. La tuberculosis peritoneal ocurre en el 1 al 3% de los casos de tuberculosis y representa la sexta causa más frecuente de las formas extrapulmonares de la misma5. La mayoría de los casos ocurren de manera secundaria a una infección pulmonar primaria diseminada por vía linfática, hematógena o por contigüidad de lesiones tuberculosas intestinales. Se puede presentar de 3 formas: a) húmeda, que cursa con ascitis libre; b) fibrocaseosa, consecutiva de la ascítica con formación de tumoraciones por adherencias laxas de asas intestinales, y c) fibroadhesiva o seca, en la cual existe la presencia de masas abdominales compuestas por mesenterio y peritoneo engrosado. Si no se considera entre las posibilidades diagnósticas, eventualmente puede desarrollarse una complicación como obstrucción intestinal, perforación, abscesos, fístulas o hemorragia digestiva, entre otras, que implique una intervención quirúrgica, lo cual repercute de forma significativa en las tasas de morbimortalidad5, 6.
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