Desde la constitución de las primeras comunidades, la materialización en el territorio de acontecimientos sociales, rituales o ceremonias ha significado una progresiva asociación del lugar y del paisaje a valores trascendentales específicos. Con el racionalismo moderno, la escisión entre sujeto y objeto motivó el abandono progresivo de estos valores inherentes a estos enclaves. A partir de un conjunto de ejemplos se propone una reflexión sobre los valores intangibles e inmateriales ligados a espacios que a lo largo de la historia han sido el centro de prácticas discursivas y ritos simbólicos. Trascendiendo la configuración material arquitectónica han quedado incorporados como componentes inseparables del concepto de patrimonio. Estas cualidades intangibles deben ser consideradas en los procesos de rehabilitación y puesta en valor de manera que prevalezca la identidad social mediante su adaptación a cada época, independientemente de la alternancia sucesiva de culturas a lo largo de su historia.
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