El 17 de julio de 1945, un día después de instaurarse en el palacio Cecilienhof, en Babelsberg a veinte kilómetros de la destruida y ocupada Berlín, la llamada conferencia de Potsdam, el presidente Truman recibió un singular mensaje procedente de Washington: “Baby well borned” (el niño ha nacido bien). Era la clave para informarle que el ensayo atómico estadounidense ocurrido en un polígono experimental de la Fuerza Aérea cerca de Alamogordo, Nuevo México, había sido un éxito. Truman le confió el contenido del anuncio a Churchill y éste, tan confiado como el primero en que con semejante poder ya no necesitarían del incómodo aliado soviético para derrotar a Japón, no vaciló días después en exclamar durante un brindis: “Por nuestra próxima reunión en Tokio”.
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