Las primeras estaciones se podrían dividir entre grandes terminales o estaciones de empalme y pequeñas estaciones rurales. De tipología variada, todos los edificios de la estación se trataban de construir del lado de la población a la que tenían que atender y ¡o más próximo a ella. Las compañías concesionarias cuidaban las estaciones importantes y rivalizaban entre ellas con su arquitectura y decoración, en plena era del vidrio y el hierro, para dar una imagen de poder. De la primera época destaca la estación modernista de Cartagena, inaugurada en 1862, construida por MZA. Con la consolidación del ferrocarril, las estaciones se ajustaron a una normativa en cuanto a distribución y ornamentación que ya no permitiría grandes diferencias de unas regiones a otras.
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